Camino a la inmortalidad

Por: Jac Andino

Abuela, un día como hoy partiste a la inmortalidad, a ese lugar en donde no te puedo tocar, a ese lugar en donde aún no puedo ir. ¡Qué crueldad! Te marchaste sin una despedida definitiva… caminaste hacia la inmortalidad dejándome vacía, seca… agrietada por el dolor de la partida.

Abuela, aquel nefasto día no te dije lo que quería. Abrazaste la inmortalidad como recién nacida apartándote de mí tan inmisericorde sin importar que te lloraría.

Abuela, ¿cómo superarte? Cómo superar el no tenerte. No sentir tu voz, tus besos, la preocupación genuina y los mimos. Cómo no vanagloriarte de mis logros, ya que tú no pudiste obtenerlos.

Abuela, te extraño cada día envidiando a la inmortalidad que te hizo suya, a sabiendas que nos dolería tu ausencia de nuestras vidas. Viva estás en el recuerdo de la memoria, en donde van lo que se quedan. Transcendiste, abuela, al lugar sagrado de los inmortales… transcendiste dentro de mí.

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